lunes, 7 de abril de 2014

Carpe Diem

Como muchos de vosotros, llevo mucho tiempo escuchando eso de que sólo se vive una vez, de que las cosas hay que hacerlas cuando te apetecen porque los momentos pasan. Escuchando que la vida es muy corta y que no merece la pena perder el tiempo con aspectos materiales o personas que nos hacen daño y que no nos demuestran cariño, lealtad o, en definitiva, amor.

Sin embargo, día a día desaprovechamos momentos, instantes que pensamos que se volverán a repetir. Malgastamos palabras con personas prescindibles y descuidamos precisamente a las que no lo son. La sociedad en la que estamos inmersos, y posiblemente nuestra condición de humanos, nos induce a amargarnos con tonterías, a tropezar varias veces con la misma piedra y a pasarlo mal por cosas que, de no estar en nuestra vida, no echaríamos de menos. Vivimos en un mundo en el que decir lo siento, te quiero, o te echo de menos no es algo habitual. En un mundo en el que tener un trabajo y una casa ya es sinónimo de éxito.

Desde mi paso por Estados Unidos he empezado a comprender que el éxito está, precisamente, en entender el valor de los detalles, en ser conscientes de que cada día que amanece puede ser el último, que llorar o mostrar los sentimientos nunca está de más y que la familia y los amigos están por encima de todo. Y no se trata de ser abanderados de una actitud positiva siempre, sino en saber cómo reponernos, afrontar las dificultades de la forma más natural posible y luchar por nosotros mismos, pero también por los nuestros.

Por circunstancias, estoy aprendiendo ahora, a mis 30, que valorar, cuidar, luchar, querer, amar..., debe ser mi filosofía porque será con la única con la que pueda, sencillamente, VIVIR. Mi truco: ser consciente de que cuando piensas que lo estás pasando mal, hay un 100% de posibilidades de que otro esté peor que tú.


No hay comentarios:

Publicar un comentario